Nuevo día, tras un agradable y reponedor descanso, hoy toca disfrutar del buen tiempo que nos brinda este mediterráneo y mas aun esta preciosa bahía de Santa Pola, pues me corresponde servicio a bordo. Es de madrugada y el sol quiere acariciar nuestras figuras, pero una cierta neblina se lo pone difícil, hasta que al final, al momento que algunos llaman medio día, vence y sus rayos nos dan claridad y alegría.
Buen desayuno, ultimas recomendaciones y ordenes para el día de hoy, y vuelta al camarote. Limpieza general de la habitación donde tantas horas paso y que tanto agradece, pues ya lo reclamaba a gritos.
Nuevamente paseo dirigiéndome al puente, al tiempo que compruebo que la marinería cumple fielmente con sus rutinarios cometidos para tener el barco en perfecto estado de revista, con una alegría propia del lugar y del talante marinero.
Me sitúo en la proa del barco y visualizo una varadero, aun no con muchos navíos, pero que su estructura me indica que fue buen lugar de trabajo y varada de barcos. Sin pensarlo mucho y gracias a la calma que nos regala hoy la mar, tomo asiento y solicito de un marinero me haga llegar desde mi camarote de cuaderno y pluma, pues me apetece pasar al papel lo que me transmite el lugar, por donde por cierto pase hace unas jornadas y donde pienso volver próximamente a disfrutar de aquel parque que tanto me llamo la atención y donde aun tengo pendiente una inspección a lo que parece un lugar para el descanso y avituallamiento de vecinos y visitantes.
Es hora de comer y el cocinero no perdona, ni espera a nadie, por lo que con cuaderno debajo del brazo y pluma debidamente guardada para evitar cualquier desgaste evitable, me dirijo primeramente hacia mi camarote, donde guardar mi pequeño secreto, para posteriormente compartir mesa y mantel con parte de la tripulación, y después como es de costumbre y casi de ley, proceder a disfrutar de la cotidiana siesta.
Pasada la siesta, con la cara lavada y ganas de tomar café, y dispuesto a cumplir con la obligación del servicio encomendado, antes de salir de mi camarote, abro el cuaderno y repaso lo escrito anteriormente, que dice:
Varadero, playa de mi mediterráneo,
dotada de limpias y cristalinas aguas,
arropadas por sus cálidas arenas,
permitiendo baño en lugar idóneo.
Allí el parque “Realet” frente a la mar,
donde su verde vegetación te traslada,
sus recodos y espacios te hacen disfrutar,
con una bella fuente como signo de vida.
En su interior el Rincón del Varadero,
su bodega te reconfortara y sorprenderá,
y su cocina a tu estancia acompañará,
siendo fonda y posada para el viajero.
Santa Pola, que sabe a mar de su bahía,
donde sus pescadores pescan manjares,
sus gentes cocinan exquisitos yantares,
ideal para el deleite y buena compañía.
No puedo esperar, debo subir al puente de mando y preparar el regreso de aquellos que hoy han tenido permiso y ya estarán a punto de regresar al barco, por lo que solo me queda terminar el día y dar gracias por el buen faenar de esta Jornada.
Buen desayuno, ultimas recomendaciones y ordenes para el día de hoy, y vuelta al camarote. Limpieza general de la habitación donde tantas horas paso y que tanto agradece, pues ya lo reclamaba a gritos.
Nuevamente paseo dirigiéndome al puente, al tiempo que compruebo que la marinería cumple fielmente con sus rutinarios cometidos para tener el barco en perfecto estado de revista, con una alegría propia del lugar y del talante marinero.
Me sitúo en la proa del barco y visualizo una varadero, aun no con muchos navíos, pero que su estructura me indica que fue buen lugar de trabajo y varada de barcos. Sin pensarlo mucho y gracias a la calma que nos regala hoy la mar, tomo asiento y solicito de un marinero me haga llegar desde mi camarote de cuaderno y pluma, pues me apetece pasar al papel lo que me transmite el lugar, por donde por cierto pase hace unas jornadas y donde pienso volver próximamente a disfrutar de aquel parque que tanto me llamo la atención y donde aun tengo pendiente una inspección a lo que parece un lugar para el descanso y avituallamiento de vecinos y visitantes.
Es hora de comer y el cocinero no perdona, ni espera a nadie, por lo que con cuaderno debajo del brazo y pluma debidamente guardada para evitar cualquier desgaste evitable, me dirijo primeramente hacia mi camarote, donde guardar mi pequeño secreto, para posteriormente compartir mesa y mantel con parte de la tripulación, y después como es de costumbre y casi de ley, proceder a disfrutar de la cotidiana siesta.
Pasada la siesta, con la cara lavada y ganas de tomar café, y dispuesto a cumplir con la obligación del servicio encomendado, antes de salir de mi camarote, abro el cuaderno y repaso lo escrito anteriormente, que dice:
Varadero, playa de mi mediterráneo,
dotada de limpias y cristalinas aguas,
arropadas por sus cálidas arenas,
permitiendo baño en lugar idóneo.
Allí el parque “Realet” frente a la mar,
donde su verde vegetación te traslada,
sus recodos y espacios te hacen disfrutar,
con una bella fuente como signo de vida.
En su interior el Rincón del Varadero,
su bodega te reconfortara y sorprenderá,
y su cocina a tu estancia acompañará,
siendo fonda y posada para el viajero.
Santa Pola, que sabe a mar de su bahía,
donde sus pescadores pescan manjares,
sus gentes cocinan exquisitos yantares,
ideal para el deleite y buena compañía.
No puedo esperar, debo subir al puente de mando y preparar el regreso de aquellos que hoy han tenido permiso y ya estarán a punto de regresar al barco, por lo que solo me queda terminar el día y dar gracias por el buen faenar de esta Jornada.
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